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viernes, 16 de enero de 2015

Pedagogia del silencio




    El silencio es el gran ausente de la pedagogía. La escuela enseña a hablar, leer y escribir, pero no enseña el valor comunicativo y expresivo del silencio. Ni el niño ni el joven están preparados para el silencio. Para ellos, el silencio es algo extraño, insoportable, que hay que cubrir enseguida de palabras y de ruidos. Lo identifican con el castigo. No llegan a comprender que el silencio no consiste meramente en callarse, sino en fijar la atención en algo.


    El  silencio es la cuna de la palabra auténtica. Así como la pedagogía de la palabra resulta completamente necesaria para describir el mundo, la pedagogía del silencio es absolutamente imprescindible para contemplar el mundo e interiorizarlo. En cierto sentido, la pedagogía del silencio es previa a la de la palabra. La palabra que nace del silencio es una palabra sólida, consistente y firme. Sin silencio, sin reflexión, las palabras se convierten en mera cháchara hueca, en retórica inflada y vacía. Por no saber habitar el silencio, nos volvemos tan superficiales, nos dejamos conducir por propagandas, órdenes, gritos o seducciones de cantos de sirenas, y nuestras palabras, con demasiada frecuencia, son falsas o expresión de emociones nocivas como el rencor, la rabia, la ira, la envidia….

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